Skip to main content

Puebla Gana

 Así le aconteció a un ingenuo o al menos no conocedor. (Por Luis Ruben Porras).

    Durante mi primera visita a Puebla aproveché todo lo posible para conocer y comprobar lo que mi madre me relató por diecinueve años acerca de ese lugar, maravillada por la majestuosidad de sus calles, edificios, iglesias y gastronomía. Entonces me preparé con todas mis armas de percepción estética que aprendí en mis prolongados estudios de arte. Como refugiado inverso desde Ciudad Juárez me dirigí a buscar lo que llamé “el sueño del Sur”. Mi plan era conquistar apreciativamente la ciudad en un “scouting” tactico. Apenas había llegado a mis manos “Con los franceses en México” de J.F. Elton, gracias a mi padre. Así que con fuerte sentido crítico emprendí el viaje para por fin medir pragmáticamente la belleza de esa ciudad; hablar de arquitectura, artesanía y gastronomía no podría ser tan difícil, era cuestión de aplicar la frase militar “slow is smooth, smooth is fast”. !Ingenuo! creí que una tierra de héroes no tiraría a matar. 

    Me hospedé espléndidamente en casa de la familia de mis amigos Paco y Rene, dos estudiantes universitarios. Caminé lento, cubriendo poco a poco detalles de la ciudad y lugares básicos; mi mantra fue: “Leer el centro lentamente”. De la mano de mi novia visite algunos de los lugares más emblemáticos, disfrute la hospitalidad de la gente y las historias del lugar. Estaba contento de haber ganado terreno. 

    Una mañana mi amigo Paco me llevó al Mercado Morelos (sitio popular para los Poblanos), no pude evitar detenerme entre los pasillos a tomar fotos al ver la gama de colores tan puros y hermosos que me recibieron; quesos, miel de abeja, hierbas de olor, pollos, carne, panes, frijoles, flores y frutas. Era olor a vida, !hey! vengo del desértico Norte. Entraba y salía por los cajones de los marchantes para preguntar el nombre de frutas y alimentos que desconocía. Gracias a la paciencia de mi amigo, por fin llegamos a un puesto en el corazón de dicho mercado. Los propietarios del lugar era la familia de un amigo de Paco, quienes nos invitaron a sentarnos. Aquí hago una pausa en mi narración porque recuerdo las sensaciones estéticas que me conmovieron hasta las lágrimas como cuando observo una pintura, escucho un poema o leo un salmo; no pensé que sucedería, con un sencillo antojito llamado memela, el cual fue un infiltrado de la armada gastronómica de Puebla. La mujer del puesto molia maiz en un metate grande, luego en un puñito de masa abrió un agujero con el pulgar derecho (me recordo a mi clase de cerámicas en la universidad), le introdujo una pasta negra, pregunté intrigado qué era, la mujer me dió la información del frijol ayocote “medio cocido” (días después corrobore el dato en una comercializadora de la ciudad, es un tipo de frijol que tiene un largo de dos centimetros en promedio). Bien, la señora mezcló la masa y la pasta de maíz con un amasado general, luego hizo una tortilla ovalada de unos veinte por quince centimetros. La puso a cocer en un comal grande, una niña le aplicó poquita manteca líquida con sumo cuidado y volteo la tortilla varias veces, esto por unos diez minutos. Posteriormente le aplicó una salsa roja, cebolla finamente picada y queso fresco desmoronado, espere cinco minutos más y me sirvieron mi primera memela. Su aspecto era fácil de subestimar, su nombre inocente, su precio frugal, pero amigos, estaba en tierra guerrera a punto de ser herido por un tiro certero. La memela, los conquistadores la dejaron existir, no entendieron su lírica o tal vez lloraron de emoción como yo. Altiplanicie de maíz con un manto de chile, escarcha de cebolla picada finamente como niebla matinal y queso fresco espolvoreado. Es una prueba de cómo podemos ser fácilmente felices, pude sentir el sabor de ese algo que no puede ser nostalgia, porque está aquí, ahora. Abuela, tierra, sol y sal. No me conozco bien.

    Terminé de comer mi memela, me contaron la historia del puesto de comida y partieron una fruta que no conocía, la pitahaya, que vino a complementar el ataque frontal de la memela desde el flanco dulce. Una fruta de color rosa intenso con aletas de pez, jugosa, fresca; toda una vista del Popo nevado y su larga y verde ladera empaquetada por la naturaleza. Al pasar de las horas me di cuenta de lo que me había acontecido, Puebla había asaltado a mi incursión estética con recursos de gran maestría y humildad, me doblo la sencillez, llore un poco de emoción, me sentí de verdad acogido en la ciudad. Cuando mi estadía fue festejada por la familia de mi novia con una cena y los Chiles en Nogada, ya no me defendí y me dispuse simplemente a disfrutar y claro, aprender. Puebla gana.

Popular posts from this blog

Paintings

Té de recuperación Recuperation tea Oil on canvas 2011 J'ai deambule Oil on canvas 2011 Untitled acrylic on canvas 2012 Vayan Oil on canvas 2011 Espera todo ese tiempo Oil on canvas 2011 Lo que brilla Acrylic and oil on canvas 2011 Ultitled 2012 Oil and pencil on canvas Línea de.   Oil on canvas 2011 1991 Oil and acrylic on canvas 2011 Untitled Acrilic and pencil on canvas 2011 Meet Middle Acrylic on canvas 2010 Trail Oil on canvas 5' x 2' approximately 2009 Every Single Moment Latex paint and oil on canvas, 12' x 4' 2009 Every Single Moment Latex paint and oil on canvas, 12' x 4' Detail 2009

Recent Paintings